Como
pensé que nada cambiaría, una vez más me sorprendí. No sentí nada, no había
dolor, me dejé morir sin luchar. No quise cambiar, o sí, aún sigo pensando en
ello.
Te
vi dejarme, alejándote y no hice nada. Quise ir por ti, pero no me atreví. Te
dejé marchar solo, sin lanzarme a tus brazos como hubiese deseado. Hoy me
arrepiento, hoy tumbada en el césped de un parque lleno de luces y de sombras,
un parque que ha guardado millones de secretos, encuentros y desencuentros.
No
me acostumbro, no sé vivir, ahora no sé ni siquiera si tengo ganas de hacerlo;
necesito a alguien que me dé las ganas suficientes para luchar.
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