Aún recuerdo que el único miedo que tenía era si aparecía aquel monstruo bajo mi cama, esa única preocupación que hacía que no pudiese quedarme tranquila hasta quedarme profundamente dormida, aquel imaginario monstruo que me hacía tener pesadillas. Hacía que mirar bajo mi cama fuese algo imposible, algo a lo que podría llamar "que se me saliese el corazón del pecho", una de las razones por las que el más mínimo ruido que escuchase fuera suficiente para llamar a gritos a mi mamá por miedo a que me llevase con él. Hacía que al llegar la mañana me alegrara de seguir con vida.
Aún recuerdo cuando aquel monstruo era lo único que me preocupaba.
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